Aparato
médico-sanitario y las actividades de autoatención.
José Carlos España Macías
Eduardo Rodríguez Morales.
Se
debe entender un medicamento como un instrumento de salud
y no como un bien de consumo motivo por el cual su uso debe adecuarse de cada individuo.[1]
La
autoatención y la automedicación son las primeras respuestas ante la enfermedad
en nuestro país y a nivel mundial.[2]
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) define la autoatención como “lo que las
personas hacen por sí mismas para mantener y preservar su salud y para prevenir
y curar las enfermedades”. Aunque se les ha restado importancia, la suma de sus
consecuencias es un verdadero problema de salud pública.[2]
La
automedicación, es decir, la administración por cuenta propia de un medicamento
es un hecho cotidiano y habitual en nuestra sociedad que se da en la mayoría de
los hogares.[1]
Esta utilización por voluntad propia puede ocasionar perjuicios o
beneficios al paciente. Es decir la automedicación no debe entenderse siempre
como un acto erróneo sino que llevada a cabo de forma responsable puede
aportar ventajas.[1]
Si bien en los últimos años se hablaba cada vez más de autocuidado,
autoatención, grupos de autoayuda, soportes y redes sociales de apoyo, ello no
supone que el sistema de salud de los países latinoamericanos desarrollen sus
programas y actividades incluyendo dichas formas de atención/prevención de la
enfermedad.[3]
La autoantención implica un amplio espectro de actividades (referidas a
alimentación, higiene, educación “informal”, etc.) cuya unidad de acción no es
el individuo sino el microgrupo dentro del cual se llevan a cabo la mayoría de
dichas actividades.[3]
La detección de un problema de salud, la producción de un diagnóstico
provisorio, el manejo de un repertorio de indicadores diagnósticos, la
observación del desarrollo del padecimiento, utilizar criterios de levedad o
gravedad así como de urgencia respecto del problema; decidir sobre lo que debe
hacerse lo cual incluye “no hacer nada”, autorecetarce y autoadministrarse
algún tipo de sustancia o mecanismo terapéutico, la consulta a miembros de la
red familiar y social inmediata o solicitar tratamiento a profesionales de la
biomedicina o curadores “populares”.[3]
La autoatención constituye el primer nivel de atención/prevención que
opera en cualquier sistema de salud. Las centros de salud comunitarios o los
curadores “populares” constituyen en la práctica un segundo nivel de atención.[3]
La autoantención se constituye a partir del saber desarrollado en cada
micro grupo, y en particular en el grupo doméstico.[3]
Las sociedades latinoamericanas caracterizadas por sus crecientes
niveles de “pobreza”, por un constante y discontinuo desfinanciamiento de los
servicios, por un permanente y creciente proceso de migración rural/urbana,
etc., incorporan nuevas pautas de autoatención que incluyen prácticas y
representaciones producidas por la sociedad dominante.[3]
Las actividades de autoatención de la mujer “pobre” aparecen limitadas
para ejercer con eficacia los saberes existentes respecto del conjunto de los
padecimientos. Si bien el autocuidado opera a través de unidades microgrupales,
lo hace dentro de condiciones económico-políticas y culturales así como la
función que cumple dentro del sistema de relaciones sociales dominantes.[3]
La asociación del alto consumo de medicamentos para el tratamiento de
síntomas inespecíficos con la falta de conocimientos sobre los efectos
adversos, así como el uso de medicamentos controlados, nos llevan a una
conclusión evidente: la automedicación es irresponsable. El consumidor final no
es, sin embargo, el único culpable de esta situación. Las farmacias, el sistema
de salud, los medios de comunicación y el entorno social juegan un papel muy
importante que no debemos olvidar.[2]
A pesar de esta conclusión, creemos que esta situación puede cambiar y
aproximarse al ideal de la autoatención responsable. Para llegar a este estado,
a nuestro juicio, deben aplicarse medidas que tiendan a:
a)
Recomendar y
animar el uso de los servicios de salud.
b)
Aumentar los
conocimientos de los efectos adversos y dosis de los fármacos entre la
población.
c)
Regular la
publicidad agresiva de los medicamentos.
d)
Reforzar la
legislación en lo que a venta de medicamentos controlados se refiere.
e)
Mejorar la calidad
de la educación en materia de salud y crear conciencia sobre los efectos de la
automedicación en la salud comunitaria.[2]
1. Ormaechea-Alegre
E. Automedicación y uso responsable de medicamentos. MAPFRE. [En
linea][Revisado el 4 de Noviembre de 2012]. Disponible en: http://www.mapfre.com/salud/es/cinformativo/automedicacion.shtml
2. Perez de Celis E., Roa-Nava Y.
Patrones de autoatención y automedicación entre la población estudiantil
universitaria de la ciudad de Puebla. [En línea][Revisado el 4 de Noviembre de
2012] 2004 55-56: 43-51. Disponible en: http://www.elementos.buap.mx/num55-56/pdf/43.pdf
3. Careaga-Pérez G., Libro de memorias:
Salud-enfermedad, participación y acción social. Disponible en: http://books.google.com.mx/books?id=GkYXx7EWSuEC&pg=PA402&lpg=PA402&dq=pr%C3%A1cticas+populares+de+automedicacion&source=bl&ots=IWWlJ1P11F&sig=Hz-FBraMuVHiNPnOdMsGkzVyKAs&hl=es-419&sa=X&ei=D2e4T4T-MYSy2QWyt6S_CQ&sqi=2&ved=0CGMQ6AEwCQ#v=onepage&q=pr%C3%A1cticas%20populares%20de%20automedicacion&f=false